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sábado, 21 de marzo de 2020

Afición taurina

Foto Tere Elipe: Corrida en la plaza 

No soy ningún aficionado a los toros, y mucho menos conocedor pero me gusta contribuir a la costumbre y la tradición.  Hoy no os vengo a hablar de Tauromaquia, pero quiero daros a conocer sus orígenes a la vez que despierto en vuestro interior el sentimiento de pertenencia que tenéis por este pueblo.

Según cuenta Plinio el Viejo, en su Historia Natural, Julio César introdujo en los juegos circenses romanos la lucha entre el toro y el matador armado con espada y escudo, además de la “corrida” de un toro a quien el caballero desmontando derribaba sujetándolo por los cuernos.  Incluso alude al propio Julio César, atacando él mismo con una pica a los toros a caballo.

Es por esto por lo que se ha de entender a Julio Cesar por la persona que introdujo la práctica, aunque haya otros escritores que apuntan que fue el Cid Campeador, Rodrigo Dí­az de Vivar.

Hay incluso alguna referencia anterior al Cid, de una corrida que data de 1080, como parte del programa de festejos de la boda del infante Sancho de Estrada.  No obstante, es un hecho contrastado que el Cid también alanceó toros.

Durante la Edad Media la corrida de toros se desarrolla y es monopolizada gradualmente por la nobleza, dónde los Caballeros exhibían su “valor” y gallardía, acosando y alanceando toros.

La necesidad de trasladar los toros para realizar las corridas, marcan el sentido original del encierro, que consiste en trasladar al ganado desde la dehesa hasta el casco urbano, guiados por caballistas a través de un recorrido definido, para encerrarlo y así poder dar comienzo a las celebraciones taurinas.

Foto Encarna Seiz.  Traída de los toros a la Villa años 50


Como en todas las épocas siempre se manifestaron algunos a favor y otros en contra de estas fiestas. La reina Isabel la Católica y el propio concilio de Toledo rechazaron las corridas de toros, mientras que el emperador Carlos V se distinguió por su afición y mató un toro de una lanzada en Valladolid para celebrar el nacimiento de su hijo Felipe II

En alguna publicación anterior os comentaba la buena relación que tenia el I Señor de Corpa con Felipe IV.  Y seguramente en la Villa sintiéramos su influencia.  De este rey se dice que sólo tenía tres cosas en la cabeza: caza, comedias y mujeres. Sobre la primera de ellas, la caza, no sólo era una afición, sino que parece ser que era casi una obsesión y en más de una ocasión arriesgó su vida detrás de algún jabalí, hasta conseguir darle muerte.

Fotos Tere Elipe;  suelta de vaquillas por los alrededores de la villa


También está documentado que en varias ocasiones, estando presente en una corrida de toros y viendo la torpeza de los diestros para matar al astado a lanzazos, el rey no dudaba en echar el pie a la arena. Y con un arcabuz, no con una lanza, disparaba al toro acabando con el sufrimiento de toro y recibiendo un sin número de aplausos y vítores por ello.

Con este tipo de actuaciones, la cosa una vez más se nos fue de la manos.


Autor desconocido:  La mayor singularidad ocurrida en nuestros festejos taurinos


Quizá por ello Felipe V terminó prohibiendo las llamadas “fiestas de los cuernos”.  Hecho que provocó el protagonismo plebeyo en el toreo a pie, con la novedad de la muerte del toro a manos de la gente 'menos refinada' de la época.  Se dejó el caballo y la lanza y empezó a utilizarse la capa.

Foto Pablo Toledo:  El mismo acosando al toro


Durante los siglos XVI y XVII, en España y el sur de Francia ya se practicaba la suelta de vaquillas y toros por calles y plazas, y otros festejos como los toros de fuego y los toros embolados, ensogados o enmaromados, comparables con el espectáculo aristocrático de la corrida en el que el caballero tenía un papel preponderante en el acoso y muerte del toro, que "también sufría provocaciones que le causaban los peones desde los burladeros o caponeras, los arpones que la chusma le clavaban y los arañazos de algunos gatos introducidos en algún tonel que el toro desbarataba"

Foto Jose L. Doñoro


A partir de ahí, ya se evoluciona gradualmente a lo que conocéis de la tauromaquia a día de hoy.   La proliferación de las plazas de toros, el despunte de algunos valientes convirtiéndose en figuras del toreo, el rejoneo, los encierros por el campo y por las calles...

En nuestra Villa las costumbres se mantienen.  Es cierto que muy encorsetadas por las diferentes regulaciones y normas.  Hemos perdido el encierro por el campo que tanto nos afamaba, la plaza en el centro del pueblo de la que tan orgullosos estábamos, nuestros andamios y el tiempo que se llevaban en su montaje y desmontaje e incluso el recorrido original del encierro por las calles del pueblo.




Seguiremos estando orgullosos de nuestros toros, y de ser el pueblo dónde traen siempre el toro más grande, dónde si el sentimiento aflora durante el espectáculo el toro se lidia, y si no que se lo digan a Paco Marin que en paz descanse (año 97 leer la noticia) y a Regino Ortés en el 2008.


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