¡Viva Corpa que es mi pueblo! ¡Vivan las chicas de allí! Y a quién no le guste Corpa, la puerta está por allí


sábado, 28 de marzo de 2020

El Camposanto


El ser humano es el único que entierra a sus muertos y los deposita en lugares construidos expresamente para esta finalidad.  De hecho lo lleva haciendo desde hace cien mil años.

En la época clásica los cementerios se situaban fuera de las ciudades, incluso de sus murallas puesto que el mundo de los vivos debía de estar apartado del mundo de los muertos.  En Roma se prohibieron los enterramientos in urbe.  Entonces ¿por qué hubo una época en la que se enterraba en las mismas ciudades?

Algunos echan la culpa al cristianismo aunque realmente fue debido al culto a los mártires.  Inicialmente eran enterrados en las necrópolis extraubanas, pero rápidamente se convirtieron en objeto de culto, siendo visitados por multitud de fieles que celebraban misas para lo que terminaron construyendo capillas y basílicas para acoger a los peregrinos y canalizar ese culto.

El crecimiento de los pueblos pudo condicionar que en la Edad Media los cementerios asociados a sus iglesias se hallasen ya en el interior de las mismas.  La palabra con la que se designaba el espacio de enterramiento era el atrium o atrio, también denominado camposanto.

El camposanto era un lugar público y dónde se reunía la gente tras la misa, se celebraban procesiones e incluso dónde jugaban los niños y se celebraban los más diversos actos sociales.

Si revisáis la publicación de la Iglesia de Santo Domingo de Silos os podéis poner mucho mejor en contexto para ver como era una iglesia de la época.

En la Edad Media, la cercanía en el enterramiento a catedrales, iglesias o monasterios garantizaba la salvación de las almas.  De hecho los más pudientes lograban tener sus propias capillas y fosas en el interior de la iglesia.  Esa situación se vivió también en Corpa, y tras petición de D. Manuel Alarcón se llevó a cabo una modificación de la iglesia, en concreto de una de sus Capillas, la de Nuestra Señora de los Dolores, para convertirlo en dos salas y ubicar en ella dos sepulcros.

"OBRAS PARA LA CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES: Que intenta o pretende hacer D. Manuel Alarcón, expropio de esta parroquia, solo ocupará esta capilla dos sepulturas, y otra más por donde han de ir las verjas de ella......Así mismo debo decir como en la otra capilla que ha de quedar a correspondencia de la de San Nicolás, en el mismo arco donde se ha de reducir a dos pequeñas, todo lo cual se obliga al pretender a formar, ocupa una sepultura, la cual queda a beneficio de esta iglesia, aunque ni en esta ni en las antecedentes de Nuestra Señora de los Dolores se acostumbra a enterrarse por causa de sus muchas humedades.

A 30 de enero de 1763. Firma Isidoro Moreno."

Pues a pesar de las humedades que ya anticipaba D. Isidoro, en 1793 en la iglesia se dio sepulcro a Bernarda del Castillo y Angel Ximenez de Buendía.  Continúan hoy en día en la iglesia, aunque el altar de dicha capilla está actualmente destinado a la Inmaculada Concepción y no a la Dolorosa.

Francisco Perez: Plano a mano alzada de la obra proyectada
Como curiosidad, decir que en el exterior, las sepulturas eran anónimas lo que hizo que los cuerpos fueran hacinados, se reutilizaran fosas y los huesos acabasen revueltos y amontonados.  Aún se conservan osarios de aquella época en algunas iglesias.  De hecho, en los años 80, tras una restauración ejecutada popularmente en nuestra iglesia, algunos tuvieron la ocasión de observar bastantes huesos soterrados que quedaron visibles tras levantar el suelo.  Más de un jovenzuelo hizo acopio y se los llevó para casa tras la particular 'alegria' del hallazgo ¿os acordáis?

Pero esa convivencia con los muertos se rompió en el siglo XVII por diversos hechos de todo tipo, desde ruidos bajo las lápidas a enfermedades contagiadas tras visitar alguna iglesia.  Los ilustrados y médicos del siglo consideraron que existía "una relación entre el ruido y las tumbas, las emanaciones de los cementerios y la peste".  Algunos comenzaron a relacionar el cementerio como el vestíbulo del infierno.

Imaginaos que la falta de sitio obligaba a abrir las fosas antes de que los cadáveres estuvieran totalmente descompuestos y se almacenaban los cuerpos semicorruptos en los osarios ¡Menudo foco de infección! Pero...quizá fuese por esto por lo que encontramos a Francisco Collantes incorrupto.

En el siglo XVIII se denunció la insalubridad de los cementerios prohibiendo definitivamente enterrar en el interior de las iglesias por considerarlo causa de epidemias.

Además hay que tener en cuenta que tras la remisión de las epidemias masivas y la estabilización de la mortalidad general e infantil, la población aumento progresivamente y las capacidades de las iglesias para enterramientos se vieron totalmente desbordadas.

El 3 de abril de 1787 Carlos III prohibió severamente enterrar en las iglesias en beneficio de la salud pública restableciendo la antigua disciplina de la iglesia en el uso de los cementerios según el ritual romano que comentábamos al principio de la publicación.

En pueblos como el de Corpa, la iglesia no podía costear el cambio y fue mucho después cuando se pudo sacar el cementerio a su ubicación actual.  Y se pudo hacer gracias a una nueva orden de 1833 que determinaba que "los cementerios serán construidos con fondos municipales aunque su custodia seguirá correspondiendo a las autoridades eclesiásticas"

La situación en la que se encuentra el cementerio actual ya la conocéis.  La ampliación que se puede ver en la imagen (parte inferior) también fue realizada con fondos municipales en los primeros años de este milenio.

Vista Google Maps


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